Querido Álvaro
Llego a casa contento por haber salido antes del trabajo, abro la puerta y grito
un “amor, ya he llegado” y lo repito al no obtener respuesta. Salgo del recibidor
y me asusto al pasar al salón y verlo todo removido. Subo corriendo las
escaleras y entro en nuestra habitación. El armario está medio abierto y vacio,
los cajones removidos y la mesita de noche vacía. Acabo de abrir la puerta y
veo que mi ropa está intacta, abro mi cajón y veo que todas mis cosas siguen
allí, no entiendo nada. Todas sus cosas han desaparecido. Miro hacia la mesa
y veo una carta perfectamente colocada y a la vista. De repente lo entiendo todo.
“Querido Alvaro, simplemente te escribo esta carta para decirte que todo ha
cambiado. No quiero que te culpes, tampoco me culpes a mi, te quiero pero no
puedo seguir contigo. Nada es eterno, y no creo en el para siempre que nos
solemos prometer. No puedo dejar que esto vaya a más, no puedo dejar que te
hagas más ilusiones. No eres el único al que le duele esto, yo también pensé
que serias el uno entre un millón, que te querría todos los días de mi vida y que
serías el sueño que siempre tuve. Pero todo es temporal, eran más las ganas
que tenía de encontrarte que las que tenía de estar contigo, y lo mejor era que
me diese cuenta ahora que mañana, Ojalá pudiera decirte esto en persona,
pero no sería capaz de decir más de una palabra sin hundirme en lágrimas
porque como he dicho, no eres el único al que le duele esto. Espero que seas
feliz Alvaro, y que encuentres a la chica cuyo si quiero sea real y sincero,
porque te la mereces. Pero ni yo merezco estar con alguien a quien realmente
no quiero, ni tu con alguien que realmente no te quiere.”
Miro la mesa y veo el anillo en su caja, levanto la vista y el vestido está colgado
en una percha. Me tumbo en mi cama y suena el teléfono, me preguntan que
para cuando es el encargo de un pastel de boda, y después de unos segundos
de silencio respondo que en una semana. Cuelgo. Me dirijo al coche, voy a
recuperarla.