Una muerte oportuna d'Óscar Íñiguez
La luna se encontraba en su punto más álgido mientras recorríamos el frondoso bosque de los alrededores de la ciudad. El frío penetraba en mí como un cuchillo, mientras que la tierra mojada y los excrementos de los animales hacían que me arrepintiera cada vez más de llevar esos zapatos de tacón que tanto me gustaban. De repente, el hedor de la carne en descomposición golpeó todos mis sentidos. Con el simple halo de una linterna intentamos localizar su origen y, finalmente, en lo más alto de un árbol vislumbramos la extremidad del cuerpo inerte de algún desafortunado. En ese instante, tuve la intuición de que ese caso sería la clave para alcanzar aquello que tanto deseaba: “el próximo año seré directora”, me dije muy convencida de ello.
ROJO de Júlia Piña
Dicen que después de la tormenta viene la calma… Todo parecía haber vuelto a la normalidad cuando oí esos endiablados pasos que me tenían presa en una pesadilla. Cada uno de ellos hacía palpitar mi corazón más fuerte, hasta el punto que llegué a pensar que se me salía del pecho. “El año que viene seré directora” repetía esta frase en mi mente para recordar cuál era mi meta y escapar de esta tortura. Al ver su silueta aparecer supe que había llegado el fin. Él me miró con desprecio, como si nunca hubiéramos tenido nada en común y los bellos recuerdos del pasado se hubieran borrado de su mente para siempre… Clavó su mirada en mí y me apuntó directamente en la frente. La habitación quedó bañada de rojo; color del amor y la pasión que un día nos unió.
Caos infernal de Sharon Guerrero
La comisaría era caos y el teléfono sonaba sin dejar lugar alguno al silencio. De pronto, algo vibró en mi pantalón. No me sorprendió recibir un mensaje de algún número oculto. Era raro que Shug tardara tanto en escribirme después de lo ocurrido: LPI19.
Me dirigí al servicio de la izquierda del edificio tal y como me había indicado mi socio. Una vez dentro, observé las manos sudorosas de Shug.
- Nunca nos podrán asociar con el crimen, ¿verdad?
Me estaba poniendo nervioso. Su inseguridad me aburría. Lo cogí del cuello y estampé su nuca contra el mármol de la pica. Por fin se hizo el silencio.
- Tranquilo Shug, el próximo año seré director y ya nunca nos podrán asociar con el crimen.
LOS PASOS DE LA SOMBRA de Maria Elena Lewis
Era una noche oscura, de aquellas en que la luna refleja su luz en las claras aguas del parque, en que la fría brisa mueve suavemente las hojas de los árboles y aquellas noches en que un escalofrío te recorre, así, sin más, todo el cuerpo. Empecé a oír pasos tras de mí. Suspiros que se iban acelerando a medida que agilizaba mi paso. La presencia de una sombra oscura me pisaba los talones. No tuve el valor de girarme, supongo que no quería aceptar la idea de que alguien me estuviera siguiendo, porque todo el mundo sabe como acaban estas historias… Cuando empecé a pensar quién podría estar siguiéndome, quién querría hacerle daño al bueno de Billy, entonces, recordé aquella frase: “El año que viene seré directora”.
AL REVÉS d'Helena Izquierdo
150 mg de Fentanilo inyectados por vía intravenosa. Los signos no tardan en aparecer: depresión ventilatoria y rigidez muscular. Mis manos cada vez responden menos. Me ligo una cuerda alrededor de mis extremidades, dejándome, ahora sí, inmovilizada. La soga aprieta tanto que mi piel se vuelve morada en ciertas zonas. Oigo ruidos intensos. Esa estridencia hace que la adrenalina circule por mí. Él entra en la sala y me pone otra inyección.
Todo está planeado. La parte más difícil será marcarme la piel. Mis músculos no tendrán la suficiente fuerza para atar la soga. Él me pinchará pensándose que es insulina, pero en verdad tendrá en las manos el arma del crimen. Suicidio y asesinato intercambiaran papeles: el año que viene seré directora de mi muerte.
L’any vinent seré directora d'Andreu Mora
La mort és desagradable, i més encara en una nit plujosa com la d’avui. Els cavalls estan esvalotats i els llargs camins del pati enfangats. Les palmeres del Col·legi Valldemia són les úniques deposants d’un esdeveniment just.
Ella, s’abalança sobre mi amb un tros de ferro artesanalment modelat i crida: “L’any vinent seré directora “. Rellisca amb una de les mullades rajoles i la caiguda és mortal. El seu objecte penetra ràpidament sota l’aixella en direcció al pit.
Això és el que ha passat, o el que m’hagués agradat que passés. Enfilo el passadís principal cap a l’habitació, escolto com la pluja amaina i els remordiments es desperten, proporcionalment. Demà serà un dia dur, però mentre les palmeres no parlin, l’any vinent seré director.