DE COLORES
A mí me gusta la primavera. Me gusta cuando los días se vuelven largos y cálidos, cuando la lluvia cae de forma abundante sin avisar y lo riega todo. Me gusta el viento que transporta sin peajes las semillas. Sueño con el sol que, de forma regalada, me ofrece su calor y convierte la vida en un milagro.
Anhelo encontrar campos verdes para acampar en ellos y, cada día, como si de un obsequio se tratara, descubrir de nuevo la claridad del sol, el aliento de la brisa o el milagro de la lluvia. No importa dónde esté, solo necesito tierra, luz y agua para vivir.
Nazco cualquier día entre los meses de abril y mayo, cuando el invierno, agotado, decide retirarse. Una ráfaga de viento me transportó hasta este prado y aquí quedé depositada hasta que el ciclo de la vida me permita nacer y mostrar toda mi belleza. Soy una Papaver rhoeas. Una Amapola. Una amapola roja.
Soy una sencilla hierba que nace al inicio de la primavera e inunda, con su intenso color rojo, prados y campos. No me importa compartir espacio con otras flores, al contrario, la variedad de colores hace que el paisaje adquiera una belleza tan espectacular, que difícilmente se pueda imaginar nada igual.
Soy una humilde hierba, pero poseo propiedades que me hacen única. No necesito caer en tierra fértil, soy tan modesta, que el margen de cualquier carretera me parece un sitio perfecto para desplegar mi hermosura. No tengo gran cantidad de pétalos, solo cuatro, pero con ellos, cautivo a quien me contempla. Mi tallo es de color verde claro. Poseo numerosos estambres de color negro y eso hace que mis pétalos aparenten estar recogidos por un gracioso y elegante broche.
Pero esto no es todo. Tengo cualidades que hacen que mi valor aumente. Gozo de propiedades terapéuticas. Sí, mis pétalos tomados en infusión, hacen que sea mejor medicina que cualquier mejunje repleto de química. Resulta que ejerzo de sedante sobre el sistema nervioso y eso ayuda, entre otras cosas, a aliviar y calmar la tos.
Y aún hay más. Las semillas, que por suerte dispongo en gran cantidad, tostadas y mezcladas con las de otras plantas, como por ejemplo el girasol o el sésamo, sirven para elaborar deliciosos panes.
También a través del arte se ha hablado, o mejor, pintado mucho sobre mí. El famoso pintor Claude Monet pintó el célebre cuadro titulado: “Las amapolas”. Su calidad es innegable si tenemos en cuenta que se expone en el acreditado museo Orsay de París.
Otro pintor famoso, el austriaco Gustav Klimt, me tomó como modelo en la obra titulada “Prado con amapolas”. Este cuadro, de estilo modernista, está expuesto en Viena en el museo más importante de la ciudad, el museo Osterreichische.
Pero mi fama no acaba aquí, aunque parezca mentira, numerosas capitales bautizan con mi nombre algunas de sus calles. Existen “Calle de la amapola” en: Sevilla, Zaragoza, Almería,... Mi nombre cambia dependiendo de dónde nazco. Si lo hago en Francia soy una “Coquelicot”, en Inglaterra me llaman “Poppy”, en Alemania “Mohn”, en Portugal “Papoula”, en Cataluña "Rosella"…
Y así podría seguir y seguir; no obstante solo pretendo que me recordéis como una flor simple, pero no como una simple flor. Porque, a pesar que me definen como una mala hierba, creo haber demostrado que la sencillez no es sinónimo de simplicidad, al contrario, en la sencillez se puede encontrar el lujo y el esplendor disfrazados de humildad y sobriedad sin que por ello se pierda hermosura.
A mí me gusta la primavera, y hoy estoy contenta porque las semillas que caímos en este campo ya empezamos a despuntar, e intuyo que pronto, muy pronto, volveré a sorprender y volveré a inspirar a artistas que sentirán la necesidad, como antes la sintieron otros, de enseñar al mundo, del modo que sea, una bonita y roja amapola.