Para mí era lo más fácil del mundo, me llegaban cartas anónimas, las leía y ayudaba a sus escritores preocupados a solventar sus problemas, cosa que me hacía sentir mejor. Muchas de ellas eran de amor, otras de desamor, de amistad y enemistad, y algunas simplemente me pedían opinión sobre que ropa llevaría a un gran evento. Pero aquella carta me dejó atónita, era diferente y especial, con un sentimiento tan profundo que te llegaba hasta el fondo del corazón. Decía lo siguiente:
“Hoy ha sido un día muy duro, por no decir horrible. De esos que tienes unas ganas tremendas de que llegue la noche, que sólo ella abrirá las puertas a un nuevo día.
Estoy absolutamente cansada de todo, y emocionalmente no estoy pasando uno de mis mejores momentos. Todo empezó hace un tiempo, más o menos cuando empezamos el nuevo curso, me encontraba muy nerviosa e insegura. Realmente no sé porque, pero llegar al colegio y pasar seis horas allí era una prueba diaria muy complicada. Aquí fue cuando me di cuenta de que nada de lo que nos rodea tiene sentido si tu no se lo das.
Si no vives cada instante, ni aprovechas cada oportunidad nada sirve. Y son en estos momentos cuando te das cuenta de que la gente es muy egoísta y despreocupada. De repente los que aparentaban ser mis amigos ya no lo eran tanto, solo se preocupaban por ellos y se reían de mis pequeños logros, porque ellos los hacen cuando quieren ya que no les supone esfuerzo alguno.
Después, poco a poco, me fueron dejando de lado por circunstancias de la vida. Yo sé que no se dan cuenta cuando me responden mal o me apartan, ellas no son de esa manera, pero me empiezo a plantear cosas. Las amigas están pendientes una de la otra, se llaman para a ver si estás bien, se cuentas sus planes e intenciones, y esto ya no sucedía.
De repente llega una persona con la que te hablas tres veces a la semana porque coincides en una clase. Y se preocupa por ti, te pregunta que te pasa y como estas. Esa persona te hace sentir bien, pero ahora no sé qué hacer, me encuentro entre medio de dos pasteles deliciosos, y tengo que decidir uno, ¿o no?
Por una parte puedo hablar con las que se portan mal conmigo y explicarles como me siento, pero en teoría las amigas saben cuando estás mal. Y la segunda opción sería irme con otra gente cambiar de aires, empezar de cero. Quizás exista una tercera opción, estar con todas, pero no sé si me sentiría a gusto del todo, sería complicado, nunca se puede estar con todo el mundo.
No sé qué hacer necesito alguien que me dé su opinión, ¿me podrías ayudar?”
En realidad era una carta muy personal, como un diario al que escribes cada noche antes de ir a dormir, pero tenía algo.
Por una parte me sentía muy identificada, la entendía perfectamente. Toda persona tarde o temprano pasa por esa situación tan dura. En esos fines de semana eternos porque no tienes con quien salir, y no sabes si es que has cambiado tú o de golpe han cambiado los demás. A la vez no quieres ir con las personas que no te aprecian, porque no pasas un buen rato con ellas, sino todo lo contrario. Pero tampoco quieres ir con gente nueva porque te da miedo de que no te acepten.
Lo bueno de algunas cartas es que te remontas a viejos tiempos y reflexionas tú también, con el fin de mirar cómo te fue a ti y si a esa persona le puede ir bien tu camino, aunque cada uno se construye el suyo a su manera. Por esto decidí dedicarme a ayudar a la gente, porque no es solo oír sus penas, sino que también recuerdas las tuyas y como las superaste. Y me gusta dar a la gente una cosa que muchas veces me faltó. El apoyo de alguien.
Pero hay situaciones en las que por mucho que quieras no puedes ayudar a una persona porque solo puede hacerlo ella misma, escuchándose y guiándose por su corazón. Y sobre todo arriesgándose, porque si fallas una vez no pasa nada, siempre hay otra oportunidad. El problema viene cuando le dices esto a una persona que te está pidiendo ayuda, la preocupa aún más.
Es una carta profunda pero a la vez difícil, de vez en cuando tienes que espabilarte tu solita y enfrentarte a todo. Hay cosas que uno no puede contestar por el bien del otro.
Hay veces en las que la vida te sorprende, aprendes a que tienes que ser un luchador, que hay muchas más personas que valen la pena, pero no esperes a que te encuentren ellas, búscalas tú.